Pobre Garfio, todos lo consideran un pirata malo, el
típico de un cuento. Mas yo veo en él tan solo a un pobre infeliz, alguien que
ama la libertad a toda costa y no la consigue, siendo preso del propio tiempo
que va pasando factura en su mente y en su cuerpo y siendo consciente de que su
existencia es cada vez más un sin sentido, cayendo más cada día en las feroces
fauces del reloj, tan grandes como las de un cocodrilo, sufriendo cada tic tac
que le recuerda el desperdicio que está haciendo de su vida.
Este capitán amargado además está condenado a ver
como el eterno Peter Pan, tan jovial y seguro de sí mismo, tiene la capacidad
de un niño de verlo todo de colores y de olvidar los problemas poseyendo el
poder de reírse de la vida mirándola a la cara. Mientras que él, cuando la vida
le dio la espalda tan solo supo bajar la cabeza, oscurecer su mirada y
resignarse. ¿Quizá alguien se ha preguntado alguna vez que historia se esconde detrás
de este marinero, la cual alimenta su rabia y le enfría mente y corazón? No, nadie
nunca lo hizo, ni lo hará… pues es más fácil limitarse a odiar a una persona
cuando está sumida en el más profundo sufrimiento y su manera de afrontarlo es encerrándose
en sí mismo, incluso contribuir a volverle “malvado” llenando su vida de malas
miradas y comentarios dañinos, de suposiciones inciertas y mal intencionados
rumores, haciéndole malo a ojos de la sociedad y al final, a sus propios ojos,
cuando ya no le queda más remedio que creérselo. Pobre ladrón marino, encerrado
dentro de una armadura forjada con crueldad, ferocidad y antipatía, a pesar de que, si alguien se
acercara a su garfio, descubriría y no lo dudo, que este “pirata malo’’ no
sería capaz de usarlo. Lo que le hacía falta, y lo sabia era una campanilla que
iluminara su oscura rutina, una mujer que le volviera todo patas arriba y le
hiciera amar la vida, y lo probó, y tuvo la oportunidad, pero todo sea dicho,
no supo mantenerlo. Tanto tiempo estando solo desemboca en una gran falta de trato
y de saber estar. Y aunque lo intentó, esa no era la manera capitán, no lo era.