Mira todas las noches a sus estrellas con ternura,
no podría querer más a una que a otra,
ni menos a ninguna. Su amor incondicional es el responsable de que aquellos
pequeños destellos de luz se conviertan en ejemplares soles algún día, grandes,
brillantes y cada uno especial a su manera. Paciente cuida a los suyos,
observando con esa mirada de plata y ya sea por tristeza o felicidad derramando
alguna que otra lágrima, viviendo para iluminarlos cuando todo lo ven oscuro y
disfrutando de las luces de aquellos que gracias a ella brillan, que gracias a
ella ya nacen siendo reyes de algo, de su corazón, más grande que cualquier
otro reino que ni el más poderoso podría imaginar poseer, porque es un corazón
de madre. Ya que una madre mengua y parece consumirse con cada decepción, que aunque no lo merezca se lleva a veces, pero después, siempre perdona, olvida y
actúa como si estuviera nueva otra vez y vuelve a desvivirse por los suyos, una
madre crece con cada muestra de cariño por parte de sus hijos, a los que
cuidará toda su vida y cuando los ve ganar sus metas, levantarse cuando caen,
crecer como personas y disfrutar de la vida, justo en esos momentos es cuando
ella se llena… se llena de alegría, emoción y orgullo.
Por esto y
más, sin ninguna duda para mí mi madre siempre será mi luna.
Desde pequeña he relacionado a mi madre con la luna,
cada vez que la veo me recuerda a ella. El origen de esto viene de que en mi
primera casa había una columna central que llamaba la atención, o al menos a
mí, porque yo la veía altísima (Yo antes
vivía en una de las casas colgantes del casco antiguo y por lo tanto la casa
era muy grande y los techos muy altos), la cuestión es que en esa columna había
pintados un sol, una luna y dos estrellas, y un día decidí que aquello iba a
simbolizar a mi familia, mi padre sería el sol, mi madre la luna y mi hermano y
yo las estrellas.
Me gustó esa idea y desde aquel momento le he ido
cogiendo más y más cariño, tanto, que en mi actual habitación también tengo dibujados
el sol, la luna y las dos estrellas en una pared y algún día estarán en mi piel.
Echo de menos
mi antigua casa, era un sitio especial, mis padres me contaron que la
reconstruyeron desde las ruinas cuando eran novios, dicen que toda mi familia
ayudo a hacerla, mis abuelos, mis tíos… tardaron cinco años en acabarla, pero mereció
la pena. A veces pienso que deberíamos seguir viviendo allí a pesar de las circunstancias
que nos hicieron irnos, pero entonces recuerdo que de alguna forma siempre estaremos
allí, aunque nadie lo sepa, bajo capas de la pintura que los nuevos
propietarios irán poniendo, en aquella columna.
¡Increíble, Lucía!
ResponderEliminar¡Me encanta esta entrada tuya!
Me gusta mucho como relacionas a la luna con tu madre, está muy bien explicado y transmites mucho de ti con esta entrada. Bajo mi punto de vista, es una de las entradas que he leído que más me han gustado.
¡Un beso!